Ayer 15 de octubre celebramos la solemnidad de Santa Teresa de Jesús, quien es sin duda alguna una de las santas más grandes de la Iglesia (en realidad todos los santos lo son). Esta grandeza radica en su íntima comunión con el Señor; en realidad esto se ve en la vida de todos los santos, por eso todos ellos son grandes a los ojos de Dios y de su pueblo.
Conocí a Santa Teresa allá por el año 1983, más o menos. Fue curiosa la manera como la conocí, ya que lo primero que leí de ella lo leí en un librillo de brujerías en el que habían puesto un extracto del Libro de la Vida en el que ella hablaba de los demonios y de cómo estos huían al echárseles agua bendita. Esto me llamó mucho la atención y busqué la manera de conseguir ese "Libro", pero la verdad es que me fue súper difícil y no porque ella fuese desconocida sino porque no supe, en ese momento, dónde buscarla; más adelante logré encontrar una amplia biografía de ella, pero nos su escritos (es más, no sabía que los tenía).
Cuando entre de aspirante en la Congregación de los Hermanos Maristas (1984) la conocí algo más, diría mucho más; mi mamá me consiguió sus obras completas y empecé a leer ese "Libro" que tanto me había llamado la atención; además de ello leí otros libros y revistas (justo, sin yo saberlo, el año anterior a conocerla, 1982, se había celebrado el IV Centenario de su muerte). Lo cierto es que desde que supe de ella, ya no pude dejarla, muy por el contrario ella empezó a obrar en mi.
El año 1985 ella me concedió una gracia increíble. Habiendo leído su autobiografía estaba muy influenciado por ella hasta el punto que ella pasó a ser mi santa predilecta y yo no hacía otra cosa sino profundizar en su vida y obras. Fue así que cuando me fui a confesar (no recuerdo ni la hora, ni el día, ni el mes) la invoqué para que me ayudará a hacer una adecuada confesión y fue así que en ese momento me sentí movido a confesar mis faltas pero de una manera que aún ahora no lo sé explicar y es así que entre llantos y un arrepentimiento profundo hice una confesión general como nunca la había hecho y salí muy confortado. Nunca más he vuelto a confesarme de manera semejante. Así, desde ese día ella se convirtió en mi Madre.
Pasaron los años de mi formación en la congregación Marista y solo supe buscar conocerla y contactarme con religiosas y religiosos de su Orden. Fue tanto esta afición que al definir mi paso a realizar los votos simples, mi maestro de novicios me indicó que no convenía hacerlos pues me faltaba identificación con la espiritualidad Marista (hoy le agradezco su gran sinceridad) y fue así que salí, regresé a mi casa pero no dejé a Teresa, mi madre.
En el año 1989 intenté ingresar al Carmelo Descalzo Seglar, pero habiéndose extendido mi trabajo hasta los sábados eso me impidió seguir con las reuniones. Pero finalmente, en el año 2002 (marzo) volví a intentarlo y hoy soy su feliz hijo como Laico Carmelita Descalzo.
Amo a mi Madre Santa Teresa de Jesús y ella me acompaña en mis opciones pastorales: Pastoral Carcelaria y Pastoral con menores infractores (pandilleros). Siento que voy de su mano cuando voy al penal y me confundo con mis hermanos los internos. Siento que soy un Laico Carmelita que tiene como Misión hacerles redescubrir su esencia, su Yo profundo en donde habita Dios. Así mismo su espiritualidad me motiva a hacer lo mismo en el trabajo con los jóvenes pandilleros a quienes quisiera ver maneando adecuadamente el gran poder interior que poseen.
Si desean conocer más a esta gran santa les puede servir la siguiente dirección:
Una de las frases que de ella más me ayudan y ciertamente me falta practicar es esa que puse en este título y de la que nada he dicho:
"Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo, como muchas veces parece cuando decimos: «hay peligros», «fulana por aquí se perdió», «el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó», «hacen daño a la virtud», «no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones», «mejor será que hilen», «no han menester esas delicadeces»..." (Camino de perfección, cap. 21, 2).
Que ella nos alcance esta gracia del Maestro, ella que tan bien la vivió hasta llegar a la santidad, meta a la que Dios nuestro Padre nos llama a todos.